lunes, 7 de junio de 2010

Amor a uno mismo (parte 2)

¿Cómo pintamos el cuadro de nuestra vida?

Para poder pintar nuestros sueños tenemos que tener una actitud básica en la vida: amarnos a nosotros mismos.

¿Qué es amarse a uno mismo?... (Marcos 12, 28-34) A Jesucristo le preguntaron, ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?... Él respondió: "El primero es: Amarás al Señor con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos."

Si la medida del amor al otro es el amor a mí mismo, ¿qué es amarme a mí?

Antes, hay que aclarar la gran diferencia que existe entre ser egoísta y amarse a uno mismo. El egoísta sólo vive para sí mismo, sólo busca su propio beneficio, no le importan los otros. Y si haciendo lo que logra para sí afecta a los demás, piensa que eso es problema de los otros que no se supieron defender. Vive tratando de obtener lo más que puede para vivir de la mejor manera que pueda. Y su único interés es su propia persona, su placer y su beneficio personal. Se maneja con el interés y normalmente mira al otro tratando de sacar ventaja, tratando de ver qué le conviene.

Según Platón, amar es querer el bien de aquello que uno ama. Entonces amarme a mí mismo es querer mi propio bien, que es el desarrollo pleno de mí mismo, es comprometerme a desarrollar plenamente mis talentos y mis dones.

¿Qué tengo que trabajar en mí para amarme bien a mí mismo? amarme a mí mismo implica siempre las siguientes tres cosas o adoptar las siguientes actitudes:
1.- Aceptarme
2.- Enriquecerme
3.- Darme

Aceptarme: el amor a uno mismo empieza con la propia aceptación. La propia aceptación supone conocerme (mis virtudes/dones/fortalezas y mis limitaciones/debilidades) y valorarme. Conocerme a mí mismo implica responder tres preguntas fundamentales: ¿quién soy?... mi definición en la vida; ¿para qué estoy?... mi misión en la vida; y ¿para dónde voy?... mi sueño, lo que quiero pintar, mi anhelo del alma. Cuanto más claro tengamos estas respuestas, estamos mejor plantados en la vida. Esto es algo que uno puede revisar con el paso del tiempo y profundizar en las respuestas.
Valorarme es querer lo que soy y no siempre estar mirando lo que me falta; es no compararme con nadie; es dar gracias por lo que soy y por lo que tengo. La recomendación es: mejorar lo que soy y lo que tengo sin sufrir por lo que me falta.
Dice Shakespeare: "Gozamos poco por lo mucho que tenemos y sufrimos mucho por lo poco que nos falta".

Enriquecerme: supone alimentarme y gobernarme. Saber alimentarme física (comida), afectiva (mis vínculos, mis relaciones con los otros) , intelectual (lo que leo, lo que profundizo, lo que escucho), social (cómo entiendo lo que pasa en mi entorno) y espiritualmente (cómo voy creciendo en esa visión de lo que es divino, eterno, lo que es el sentido profundo de mi vida) es enriquecer mi vida. Dime de qué te alimentas y te diré quién eres. Hay personas nutritivas, personas anémicas (aquellas que no se alimentan) y personas tóxicas (aquellas que se alimentan de cosas que no alimentan). Cuanto mejor alimentados estamos, enfrentamos mejor las dificultades y alimentamos mejor a los otros. La persona que no está bien alimentada interiormente se la pasa hablando de los demás o de superficialidades, porque no tiene nada adentro, no tiene nada adentro qué compartir. La persona que está interiormente bien alimentada siempre te comparte lo que vive. Cuando uno se alimenta bien, siempre tiene algo para compartir. Fijemos el tiempo que le dedicamos a la alimentación. Debo aprender a gobernar mi tiempo y mi energía. Gobernar cuánto tiempo le dedico a cada cosa y qué energía pongo. No se trata de que seamos perfectos, se trata de que nos vayamos superando en aquello que más nos cuesta. En la medida en que nos conquistamos y nos alimentamos bien, gobernando nuestro tiempo y nuestra energía, nos enriquecemos como personas y enriquecemos a los demás.

Darme: supone darme a los otros. Abrirme y entregarme. Cuando yo me doy al otro creo un canal recíproco donde el otro me puede devolver. Cuando yo me doy y el otro se da, termino de aceptarme y de enriquecerme a través de lo que el otro me ve, por lo que el otro me aporta. Darme al otro, ir al encuentro del otro es para mi propio crecimiento, no solamente para el bien del otro. Es esto de dar y recibir. El que vive dándose a los otros crece porque, amándose a sí misma, comparte con los demás y aprende de lo que los otros le devuelven. En el encuentro con los demás crecemos. Cuando se comparten inquietudes, deseos, preocupaciones y siento que al otro le importo y le puedo compartir cosas interiores, el otro me ayuda a terminar de aceptarme, lo que me va enriqueciendo. Uno se conoce mejor y se enriquece mejor por lo que recibe de los demás que se aman a sí mismo. Cuando uno se abre y otro no, el otro se lo pierde. La mayoría de la gente se abre a la reciprocidad.

He aquí el secreto: Amarse a uno mismo supone aceptarse, enriquecerse y darse.

Examen:
¿Qué pasa si yo me acepto, me enriquezco y no me doy?
¿Qué pasa si yo me acepto, me doy pero no me enriquezco?
¿Qué pasa si yo me enriquezco, me doy pero no me acepto?

(Continuará...)

[Transcripción de conferencia de Roberto Pérez]

No hay comentarios.:

Publicar un comentario